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Ansiedad: identificación y gestión

  • Anna Pedrals
  • hace 1 día
  • 3 Min. de lectura

Chica con angustia y ansiedad con dolor en estómago

La mayoría de las personas hemos sentido ansiedad en algún momento de nuestra vida: esa sensación de inquietud, de nudo en el estómago, de no poder dejar de pensar... Es una respuesta natural de nuestro organismo ante situaciones que percibimos como una amenaza, un reto o una incertidumbre. En pequeñas dosis nos ayuda a reaccionar, a prepararnos y a protegernos. Pero cuando se vuelve constante y muy intensa, es fácil que interfiera en nuestro bienestar y en nuestro día a día.


La ansiedad puede manifestarse de muchas formas distintas —físicas, emocionales o cognitivas—, y es importante aprender a identificarla. De hecho, la ansiedad no deja de ser un mensaje que nos envía nuestro cuerpo para decirnos que hay algo que necesita ser atendido, que hay algo que no va bien, que necesitamos hacer algún cambio. Cuando no la identificamos y seguimos adelante sin parar, es probable que en algún momento nuestro cuerpo o nuestra mente “nos frenen” de alguna manera.


Algunos de los síntomas más frecuentes de ansiedad pueden ser:


  • Tensión muscular, palpitaciones o sensación de ahogo y presión en el pecho.

  • Dificultades para descansar o para desconectar mentalmente.

  • Pensamientos repetitivos, en bucle, o pensamientos anticipatorios.

  • Sensación de inquietud o de no poder detenerse.

  • Irritabilidad o hipersensibilidad emocional.

  • Necesidad de tenerlo todo bajo control o miedo a perderlo.


La ansiedad puede tener múltiples causas. Puede aparecer en momentos de cambio, de incertidumbre, de estrés sostenido, cuando sentimos que no tenemos suficientes recursos para afrontar ciertas situaciones... También puede tener motivos más profundos, como experiencias pasadas no elaboradas, patrones de pensamiento exigentes o una tendencia al perfeccionismo y al control.


Es importante dar un sentido a nuestra ansiedad, porque, como hemos dicho, no deja de ser una señal que nos envía el cuerpo. Y no se trata de luchar contra ella, sino de escucharla, entenderla y aprender a regularla. De esta manera, a menudo deja de tener tanta fuerza.


Algunas estrategias que pueden ayudarte son:


  • Revisa tu voz interna. A menudo la ansiedad surge por pensamientos exigentes o

    catastrofistas. Escúchate: ¿Qué te estás diciendo a ti misma para sentirte tan angustiada? Si lo identificas, quizás puedas buscar alternativas más realistas y amables contigo misma.

  • Respiración 6-3-6. Inhala por la nariz durante seis segundos, mantén el aire tres segundos y suéltalo poco a poco durante otros seis. Es una forma sencilla de desviar la atención de los pensamientos ansiosos y enviar un mensaje de calma al cerebro.

  • Conecta con el presente. La ansiedad suele vivir en el futuro, en todo lo que “podría pasar”. Intenta volver al presente: observa qué estás haciendo, qué tienes delante, identifica olores y sonidos a tu alrededor... o simplemente siente el contacto de tus pies con el suelo.

  • Identifica lo que necesitas. Si la ansiedad es una señal de tu cuerpo, pregúntate: “¿Qué me está pidiendo esta ansiedad?” Quizás necesites descansar, poner límites, hablar con alguien o simplemente detenerte un momento.

  • Adopta hábitos saludables. Intenta comer de forma regular, dormir lo suficiente y realizar actividad física.

  • Busca espacios de desconexión y placer. Realiza actividades que te resulten agradables y que te permitan distraerte y relajar la mente.


Si notas que el malestar que te provoca la ansiedad es constante, que te impide seguir tu día a día con naturalidad, o que las preocupaciones ocupan demasiado espacio mental, puede ser el momento de buscar ayuda profesional. Hacer terapia puede ayudarte a entender qué hay detrás de esa sintomatología, a encontrar herramientas para regularla y a recuperar una sensación de calma.


Escrito por Anna Pedrals


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